
-¡Te amo!
-Yo también te amo, pero…me gustaría pedirte algo.
-Mmmh ¡dime!
-Me gustaría que ya no me pegaras.
¡Aaaah!, la generosidad y nobleza de la mujer han dado lugar a exagerados abusos por parte del hombre y así ha sido a través de la historia. Ese predominio masculino en diversas culturas ha permeado en desaveniencias que sufren las mujeres hasta hoy día. El machismo, es un efecto de ese predominio y en México, basta con escarbarle para demostrar lo presente que está en nuestra sociedad. Quizá la ventaja de la “fuerza bruta” del macho, lo haya posicionado por encima de su complemento hembra.
Yo en verdad no puedo entender que la tendencia machista se siga aprendiendo; de hecho está comprobado que esta conducta, junto con la misoginia, se heredan de padres (hombre y mujer) a hijos (niños y niñas). Así como lo leyeron, se ha determinado también que el mayor promotor del machismo en todas sus presentaciones y características ha sido, créanlo o no, la encantadora mujer. Si no están de acuerdo, échenle un vistazo a la cultura del mexicano, habrá padres, tíos, abuelos y bisabuelos machos, pero todo gira entorno a la “madre” (en la mayoría de los casos), quien como icono sagrado y dadora de la vida, ha otorgado con su cetro el favoritismo de los hombres sobre las mujeres en cada estirpe. Dicho favoritismo concede privilegios que irremediablemente condicionan a la mujer como un ser inferior. El problema es que la jerarquía elevada de los hombres puede quedarse tatuada en la memoria de ambos sexos, desde la infancia hasta la vejez; y aunque la continuación de esta costumbre se ha visto mermada de generación en generación, en parte por una mayor educación, la equidad de género, conciencia de los derechos de la mujer, etcétera, aún es latente en pleno siglo XXI.
Ahora bien, nunca podríamos tachar de inofensivo al machismo, ya que este comete una serie de actos indebidos que dañan en diferentes grados, entre estos actos están la discriminación, la vejación, los insultos, los chantajes, el condicionamiento, el abuso físico, llámese de cualquier parte del cuerpo, incluido el sexual, entre otros. Para la mujer, la importancia de identificar cualquier detalle que caracterice estos actos, puede ser la diferencia entre aceptar o no las relaciones de diversa índole con personas (no solo hombres) machistas y las consecuencias de las mismas.
El problema es de todos
Por desgracia, el macho mexicano está por todos lados; en la casa, en la escuela, en el trabajo y en la calle. En el trabajo (sea en empresa privada o en gobierno) he podido constatar que los puestos decisivos pertenecen preponderantemente a los hombres, pero ¿por qué?, ¿no se supone que hombres y mujeres son iguales? Bueno, el ejemplo nos indica que en la sociedad mexicana se sigue generalizando la superioridad masculina. Esto es lamentable porque aún no se le otorga la absoluta confianza a la mujer en el desempeño de sus labores; aún pasarán varios lustros para vislumbrar una seria candidata a la gubernatura del país, ya no digamos una presidenta.
Por otro lado, me han llamado la atención las relaciones enfermizas entre parejas que tienen una peculiar definición, pero en aquellas donde se refuerza la postura machista me preocupa la personalidad y las condiciones de las mujeres. ¿Por qué permitir el abuso? Y hablo desde lo dañinas que pueden resultar las palabras hasta el contacto físico. ¿Qué orilla a esa mujeres a rebajarse ante el machismo?, ¿el amor?, ¿la representación de una figura paterna?, ¿el temor a quedarse solas o la estúpida preocupación por el qué dirán? Quizá sólo son preguntas al aire, pero sí me inquieta el saber que alguien que estimamos o queremos, se encuentre atrapada en situación así.

Pero qué me dicen del feminicidio, el cual yo lo podría entender como la máxima expresión del machismo y la misoginia. El hablar de ello me remonta a lo que sucede en Ciudad Juárez y en el Estado de México; se calcula en poco más de un millar de mujeres asesinadas desde finales del siglo XX hasta el presente y continúa. Estos feminicidios jamás se han resuelto; sólo queda la tristeza, la desesperación y la impotencia por conocer el origen y desenlace de cada caso. Quizá los culpables sean asesinos seriales o narcotraficantes, no lo sé, pero ¿y si descubriéramos que atrás de estos crímenes están el odio y la discriminación a la mujer? Sabríamos que el responsable no es una persona física, sino un fenómeno pujante entre la población.
También las religiones
Por si fuera poco, las mujeres tienen que batallar también con las religiones. En Asia, los musulmanes, veneradores del Islam, se han encargado de convertir a sus mujeres en fantasmas de carne y hueso; la burka quizá es la vestimenta más indignante que pueda portar la feminidad árabe. En algunas regiones, estos tipos han llegado al extremo de trastocar un obsequio natural y terrenal como lo es el placer, al cortar parte del órgano sexual femenino.

En cuanto a los católicos, la historia es más o menos similar, sólo que aquí ponen de pretexto los designios de Dios como un poder divino que obliga a sus creyentes, en este caso mujeres, a despojarse de sus derechos por concebir a sus hijos. Y ya ni hablemos del actual caso de los homosexuales, donde el machismo del alto poder eclesiástico se concede así mismo el permiso de utilizar adjetivos peyorativos como maricón, marica, entre otros, para marginar una preferencia sexual, sólo porque no se apega a lo que impone el altísimo.
Lo que ya entendí
Hablando de preferencias sexuales, los que portan el estandarte del machismo también se han caracterizado por ser más primitivos, iracundos, intolerantes, analfabetas sociales e irrespetuosos; por lo que puede resultar difícil hacerlos cambiar su postura. Sin embargo, una medida para convivir con estos sujetos es precisamente siendo tolerantes con ellos y no prestarnos, hombres y mujeres a su maltrecha forma de ver a la sociedad.
Como anécdota curiosa, hace poco me encontré a un tipo en el baño; yo acababa de llegar a uno de los mingitorios y él salió en ese momento del excusado (supuestamente acabando de deponer, jaja) para incorporarse también a otro mingitorio; este hecho me llamó la atención y como nos hablamos, le pregunté que por qué no había orinado en la taza cuando estaba sentado. Me contestó con una risa burlona “qué pasó joven, yo no le hago a eso, pues si no soy vieja”. Nos reímos los dos, yo de él y él conmigo, bueno eso espero, jajá. El chiste es que puedes hacerlo como se te venga en gana pero no cosiderar que tal o cual postura te segrega a un sexo o a otro.
Por último quiero decirles que en algún tiempo llegué a pecar de machista, ya saben, mentiras que hieren a la mujer y actitudes similares, quizá no han sido rasgos fuertes de machismo, pero he tratado de corregir el barco. Ahora las preguntas son más que obvias y te las puedes formular una por una. Ojalá y un día, hombres y mujeres, terminemos con esta conducta errónea, por lo pronto podemos colaborar con una participación de rechazo a este fenómeno social que perjudica a nuestras queridas féminas. ¡Que muera el machismo y sus seguidores!
A la mujer:
y te arrojaría con ternura al calor de mi cuerpo.
Si tú me lo permitieras, secaría tu llanto en mis hombros
y trataría de recordarte lo bella que es tu sonrisa.
Si tú me lo permitieras, acariciaría tus heridas con mis manos
y con ellas buscaría ahuyentar tu sufrimiento.
Esta opinión aquí vertida por un servidor, es publicada con el único fin de expresar mi propia ideología respecto al tema citado, pero si te gustó para comentarla, debatirla, retroalimentarla o difundirla, pues ya sabes cómo contactarme y si no pues…de todos modos aquí andaremos para que me lo comentes…jaja, saludos!
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